El Castillo de Sant Angelo se levanta junto a la basílica de San Pedro, en la ribera derecha del Tíber, es una mezcla de arquitecturas distintas y una pieza esencial en la historia de la ciudad.
Esta fortaleza del siglo II d.C. fue construido para asegurar la huida del Papa en caso de peligro. Hoy alberga un museo y un mirador excepcional.
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.
Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.
Rafael Alberti
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